sin consuelo ni alivio en sus
pavores
epílogo sin fin donde las eras
cercenan de las almas los
colores.
de angustias en la noche
inabarcable
donde el pesar recuerda que lo
adverso
abate la conciencia del
culpable.
sin horizonte pleno en lo
espantoso
sin otra realidad que un
torbellino
girando en la memoria sin
reposo.
En ese batallar con lo que hiere
y anula entre estertores los
empeños
con todo lo que aflige y que
confiere
la asfixia del espíritu y los
sueños.
el pecado que arrastra el
penitente
donde el abismo oscuro
multiplica
los monstruos del pasado y de la
mente.
Círculo de fuego, de ese centro
aciago en su ritual y en su
perfidia
y lugar execrable de ese
encuentro
con la gula, lo infame y con la
envidia.
Con la pereza insana, con la ira
con todo lo que enluta y lo que
envicia
con el error y aquello que
conspira
con lo ruin, con lo ingrato y la
avaricia.
Tras el espacio turbio de un desvelo
perpetuo y demencial que no
mitiga
el peso de algún mal como un
flagelo
que rompe el corazón y lo castiga.
Lo envuelve en otra lid que nunca sacia
lo trágico en su horror y en su
acechanza
y lo obliga a habitar esa
desgracia
donde pierde hasta el nombre la
esperanza.
Ernesto Cárdenas.
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