Libro
a libro mi noche le dedico a la historia
a
esos hechos plasmados de una antigua memoria.
Cuando
nadie pensaba ni existían las ciencias
y
nacieron del miedo las primeras creencias.
Los
arcaicos sistemas de adorar algo oculto
que con dioses de
piedra iniciaron un culto.
Y
trajeron la idea que apuntó a un ejercicio
con
la sangre y el grito que anunció el sacrificio.
Luego
vino otra etapa, otra mala noticia
donde
un día el mas fuerte se inclinó a la codicia.
Humillando
al más débil, escalando peldaños
por
encima de todos con astucia y engaños.
Que
borraron sonrisas alterando criterios
cuando
fueron creados los primeros imperios.
El
egipcio, el griego, el de Persia, el romano
el
fenicio, el asirio, y el del turco otomano.
Con
oscuros motivos de dictar crueles leyes
y absolutos
sistemas de malévolos reyes.
Tras
aquellos momentos de feroz despotismo
de
una crónica rara que enmarco el feudalismo.
Esos
tiempos de siervos, donde solo valía
el
poder de los condes con su misantropía.
Y una
iglesia con oro que saltó de improvisto
a
quemar a personas en el nombre de cristo.
Madurando
más tarde un gran cambio en la norma
con
Lutero que quiso implantar la reforma.
Dar
un giro a ese absurdo, a ese mal del papado
que
hizo daño en su tiempo y dejó un mal legado.
Guerras,
muertes, calvarios fueron partes de un siglo
que
soltó sobre el mundo el furor de un vestiglo.
El
ocaso de un tiempo de revueltas sociales
con
millones de muertos y epidemias fatales.
Vino
entonces de Francia un violento suceso
que apuntó
a una revuelta que llegó hasta el exceso.
Y
apuró la caída de los reyes Borbones
cabalgando
en la senda de las revoluciones.
Que
cortaron cabezas con terrores supremos
con
enconos, con rabias y con gritos blasfemos.
Napoleón
entro luego a enfrentar las naciones
a
adversar contra todos en sus maquinaciones.
Waterloo
cortó en seco el barniz de esa era
y
murió en Santa Elena una tarde cualquiera.
Y
otra nueva centuria sepultó la esperanza
Alemania
entra en guerra reclamando venganza.
Envolviendo
naciones entre sangres y llamas
como
fauces de un monstruo que empujaba a los dramas.
Y
otra vez fue la luz quien impuso su estilo
quien
barrió con las aguas de ese rió intranquilo.
Derrotando
la raza de los Arios del norte
de
teutones orates por armar otra corte.
Y de
aquellos empeños y de aquel cataclismo
nació
luego una lepra, se llamó comunismo.
Que
fue el sello más malo, aun peor que el nazismo
sepultando
a los pueblos en un tétrico abismo.
Sin después,
sin mañana, sin comida y sin voces
donde no se creía ni en la paz ni en los dioses.
Donde
el hombre era nada, y la vida era prisa
donde
Stalin mataba sin perder la sonrisa.
Y los
pueblos soñaban y los pueblos creían
y los
pueblos sangraban y los pueblos sufrían.
Hoy
se sigue otra ruta que de cerca lastima
otra
forma siniestra de aferrarse a la cima.
Que
por medio del fraude y con bajas pasiones
cambian
letras y leyes de las constituciones.
Y se
entronan eternos con sus lacras y vicios
para ser
presidentes, para ser vitalicios.
Para atarse
al delirio de escupir sobre todos
dividiendo
a la gente con sus trágicos modos.
Y lo
triste de esto es que no se vislumbra
una
luz, algo claro que no tenga penumbra.
Que le
de otro motivo al futuro cercano
y que
borre por siempre de la tierra al tirano.
Así
son los malvados que se están imponiendo
que
no sueltan las riendas del poder ni muriendo.
Demagogos
eternos de una casta maldita
asesinos
en series que la noche vomita.
Pero
así son las cosas mientras vivan los pillos
mientras
halla cloacas, mientras hallan caudillos.
Mientras
nadie rechace del poder la insolencia
mientras
no se despierte de una vez la conciencia.
Ernesto
Cárdenas.