sin nunca yo entender lo que valía
dejándome al final claros-oscuros
de lo que pude ser y no sería.
Se fue y me abandonó en la encrucijada
en medio de un sopor sin más salida
que aquella de soñar sobre la almohada
un sueño que aún se niega a su partida.
Ni a sus pasiones a pesar de todo
tras mil barreras sin perder el paso
por una terquedad, por ese modo
de jamás doblegarme ante el ocaso.
Se fue mi juventud y sin embargo
desdeño formar parte de la historia
no acepto convertir en un letargo
el tiempo de mi infierno o de mi gloria.
Pues tengo un corazón para el combate
trotando como ayer en su estoicismo
el mismo que hoy repite el disparate
de marchar por un beso hasta el abismo.
Y así entre empeños con la fe conspiro
rompiendo en mis deseos los axiomas
para saber que vivo, que respiro
y en mi alma aún hacen nido las palomas.
Ernesto Cárdenas...
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