sábado, 27 de enero de 2018


Mi compañero... 5/27/2014.

"La vida de los muertos consiste en hallarse presente en el espíritu de los vivos"

Cicerón...

En mi soledad presiento
como una figura extraña
desde siempre me acompaña
al tejer un pensamiento
cuando en la noche un aliento
me llega en una suprema
inspiración para un tema
cuando medito y escribo
cuando en mis horas concibo
las líneas para un poema.

Ignoro de que regiones
lejanas se une a mi verso
de que rítmico universo
aborta sus intensiones
para hacer observaciones
en mi estilo y en mi sueño
en mi modo, en el diseño
de mi afán en la maniobra
para acabar una obra
luego de un feliz empeño.

Lo imagino en el conflicto
de un ente con un enorme
frenesí nunca conforme
con su fatal veredicto
por ser del verso un adicto
que entre mis pasos se esconde
y a mi rima corresponde
rebelde y contestatario
como un oscuro emisario
salido no sé de dónde.

Lo sospecho siempre activo
con su aspecto de fantasma
en el momento que plasma
mi mano algún adjetivo
ya acostumbrado al motivo
de su lucha y de su esmero
de ser del arte un guerrero
con el corazón abierto
porque tiene aunque esté muerto
alma de poeta entero.

Ernesto Cárdenas.

El fantasma del espejo

Tal vez en mi locura tus reflejos
ignorados en tiempos y distancias
se presentan por magia en los espejos
sabe Dios por qué raras circunstancias.

Sólo sé de contornos y siluetas,
de trazos, de perfil tras los cristales,
de formas vaporosas e incompletas
que tienen no sé qué... de fantasmales.


Porque tu imagen en la luna fría
del vidrio que define sus fronteras
parece allí adquirir anatomía
en cuerpo que sorprende mis quimeras.


Y saltas del cristal por sortilegio
de algún hechizo aborto del encanto,
teniendo en mi locura el privilegio
de vivir un instante sacrosanto.


Pues pones realidad sobre mi cama
rompiendo de la noche los manejos
y vuelve a repetirse el mismo drama
marchándote otra vez... por los espejos


Ernesto Cárdenas.

viernes, 26 de enero de 2018

El hombre elefante…

Joseph Carey Merrick, nació en Inglaterra el 5 de Agosto de 1862, y murió el 11 de Abril de 1890 sin haber cumplido aún los 28 años, y su existencia se puede decir que fue una de las más tristes en los anales del género humano.
Luego de nacer como un niño normal a los 18 meses empezó a cambiar su cuerpo por una rara enfermedad deformante, algo tan absolutamente anómalo que lo apartó de la gente durante toda su vida, haciéndolo grotesco y repulsivo, con la fatalidad de morir su madre joven y de su padre casarse con una mujer que lo maltrataba, al extremo que tuvo que escapar ante los castigos físicos y tantas humillaciones.
Joseph contaba una historia para justificar su enfermedad:

“Vi la luz por primera vez el 5 de agosto de 1862. Nací en Lee Street, Leicester. La deformidad que exhibo ahora se debe a que un elefante asustó a mi madre; ella caminaba por la calle mientras desfilaba una procesión de animales. Se juntó una enorme multitud para verlos, y desafortunadamente empujaron a mi madre bajo las patas de un elefante. Ella se asustó mucho. Estaba embarazada de mí, y este infortunio fue la causa de mi deformidad.”

El mismo se describía en esta forma:

“Mi cráneo tiene una circunferencia de 91,44 cm, con una gran protuberancia carnosa en la parte posterior del tamaño de una taza de desayuno. La otra parte es, por describirla de alguna manera, una colección de colinas y valles, como si la hubiesen amasado, mientras que mi rostro es una visión que ninguna persona podría imaginar. La mano derecha tiene casi el tamaño y la forma de la pata delantera de un elefante, midiendo más de 30 cm de circunferencia en la muñeca y 12 en uno de los dedos. El otro brazo con su mano no son más grandes que los de una niña de diez años de edad, aunque bien proporcionados. Mis piernas y pies, al igual que mi cuerpo, están cubiertos por una piel gruesa y con aspecto de masilla, muy parecida a la de un elefante y casi del mismo color. De hecho, nadie que no me haya visto creería que una cosa así pueda existir”.

Pero prosigamos:

Ante la necesidad se dedicó a vender cosas por la calle, aunque nadie le compraba, y para colmo el gremio local de vendedores ambulantes lo acusó de perjudicar al sector con su mala imagen y por lo tanto le retiraron la licencia.
Tuvo que trabajar en ferias que recorrían Londres presentando su enfermedad ante los curiosos para poder comer, pero las autoridades le cerraron su único medio de trabajo por considerar su acto indecente y de mal gusto.
Le gustaba la poesía, y se conservan un par de cuartetas de su autoría:

“ Es cierto que mi forma es muy extraña
Pero culparme de ello es culpar a Dios
si yo pudiera crearme a mi mismo
procuraría no fallar en complacerte.

Si yo pudiese alcanzar de polo a polo
o abarcar el océano con mis brazos
pediría que se me midiese por mi alma
la mente es la medida del hombre”.

Su corta biografía está llena de desagradables pasajes, solo el doctor Frederick Treves lo rescató de su tragedia y lo ayudó a conocer otras personas, que con calidad humana que le dieron en sus últimos años la comprensión que siempre le negó el destino.

Y ahora mi poema, en honor de Joseph Carey Merrick,
El hombre elefante”

Le negó el cielo su existir tranquilo
una forma normal en su estructura
haciéndolo marchar por ese filo
que arrastra cada sueño a la amargura.

Que lo lanzó a la noche deplorable
de ser la magnitud en el quebranto
de ser en su exterior lo inenarrable
de un hecho que marcaba hasta el espanto.

Cruzó la burla ajena en su agonía
el golpe y el desprecio lapidario
atado en el repudio de una impía
manera de marchar por un calvario.

Vivió la oscuridad de un atavismo
terrible que empujaba hasta el rechazo
no supo de sonrisas en su abismo
ni supo del afecto de un abrazo.

Era el monstruo, lo horrendo, era el distinto
la hechura de un paisaje deprimente
era un aborto raro, era el instinto
de todo lo repulso y lo incoherente.

Sin embargo detrás de esa silueta
de ese aspecto irreal había una esencia
había una bondad, había un poeta
había un corazón y una conciencia.

Había una emoción, había un humano
que nunca supo odiar tras sus dolores
había un gran perdón, había un hermano
ajeno de tinieblas y rencores.

Y así marchó después hacía otro encuentro
su espíritu gentil como un destello
mostrando ese otro aspecto que es de adentro
para enseñar al mundo lo que es bello.

Ernesto Cárdenas.

domingo, 21 de enero de 2018


La murmuración… Oct---10---2011

 

La murmuración es la cobardía, la canallada detrás de las palabras, es la niebla sobre el entorno, la asechanza de lo turbio, la excrecencia de lo obsceno y el silbido del reptil oculto en la hojarasca.
La voz baja, zigzagueante, casi a rastras tiene siempre el fantasma del vicio, de esa nociva manera de esquivar el frente, de soslayar la luz, de complotar sus actos con la insidia, por eso Hans Weiditz los pintaba al lado del diablo, y Horacio, aquél poeta latino de la antigua Roma, aconsejaba no dar confianza del que murmuraba de un amigo, porque nada mutila tanto la dignidad como la detracción, esa manera de conjurar detrás de las cortinas, de envenenar desde un sigilo, esa ruindad que se incrusta en la costumbre y hace de la blasfemia todo un arte, enlodando con un susurro, con un tono irregular todo lo que detesta, con una manera informal que se inclina hasta la emboscada, y hasta la sinuosidad hecha calumnia.
Siempre que alguna boca emita una suposición, haga un juicio desde el resguardo de un clandestinaje, a hurtadillas evitando claridades se desviste de respeto, le resta pundonor a su esencia como ser humano, se destiñe y pacta su anomalía con lo exiguo.
El murmurador es una deformación de la decencia, una alergia, una contradicción de lo correcto y el mismo lo sabe, conoce que se hunde en cada difamación, en cada villanía de su lengua, pero esa es su naturaleza, su designio, su ministerio entre la sombra, es su modo de existir sin variaciones, como las culebras y como los tumores.

Ernesto Cárdenas.

 

 

Meditaciones sobre la reencarnación… Feb—12--2012

 

Pienso que las cosas en el tiempo pueden ir motivándose, purificándose con las experiencias y volver luego de la muerte con otra realidad, con otra forma para recomenzar a limpiar manchas, a filtrar aguas pasadas, para ir mejorando, purgándonos una y otra vez, ascendiendo, sacudiéndonos de sombras, atravesando desatinos, pifias en la historia, negligencias en el rumbo, para completar exámenes del alma y de la conciencia, necesarios para corregir inexactitudes, para deshollinar inobservancias tras el moho antiguo del pecado.
No se puede llegar a la real evidencia de lo supremo con irregularidades y con imprecisiones, no se puede entender el absoluto de arriba si hay brumas, si hay señales de un error, de una extremidad de nuestras lacras, de nuestros vicios, en un lugar donde todo es cristalino, donde todo es sagrado.
Pienso que no se puede pasar a esa morada de Dios con una informalidad en la conducta sin enjugar, sin bruñir para cruzar esos horizontes, para llegar finalmente a la cúspide, al cenit del misterio, donde nos espera la verdadera razón de nuestro aliento, de nuestra existencia, porque de lo contrario llegaríamos como seres imperfectos, como artificiales figuras, como paradojas de una adulteración, y eso va en contra de la sabiduría, de la omnipresencia, de las leyes de la lógica divina de aquél que nos creo, que nos hizo a su imagen y semejanza para un retorno final ya sin resabios y ya sin tachas.
Pienso que la vida solo así vale la pena, entrando y saliendo de la misma, cada vez con menos lastre, porque nos arregla en el camino, porque nos prepara, porque justifica los remordimientos, los gazapos, la manera de hay veces añorar otro momento, otro lugar perdido en la memoria, y en la noche donde late otro recuerdo, otro mundo que entre nebulosas nos envuelve y nos indica sin develar otra latitud, otro lugar hoy sin reminiscencias, donde estuvimos un día, y donde habitamos con otra identidad y otra apariencia.
Pienso que hay un plan divino, hermoso que al final nos unirá siendo mejores, que nos dotará con nuevo corazón para amar en grande y para entender ya entonces para siempre…el misterio dimensional y emocional de nuestro paso por la vida.

Ernesto Cárdenas.

Los remordimientos…

Enero—2--2012
Los remordimientos son reminiscencias de un error, sucesos de una sombra, un daño causado por nuestra flaqueza o por nuestra maldad a otro ser, haya sido involuntario o no, son voces internas de una conmoción, de un yerro que vuelve en olas por un dolor que provocamos en un pasado, por nuestra incomprensión o por nuestra ignorancia, de una acción cometida que inflexible hoy se nos presenta como una impiedad, como algo que provocamos, por irreverencia, por estupidez o por canallada.
Los remordimientos susurran en la noche, memorizan una acción injusta, una fealdad en nuestro itinerario, una reminiscencia que anuncia, que descubre un abuso cometido, o simplemente aquello que apuramos para un atropello y hasta para un crimen.
Son los agujeros negros de la mente, remembranzas de lo que un día lastimamos, son fantasmas que trepan por la conciencia y dejan una culpabilidad en el alma y en los pasos.
Algunos episodios diría que los más son desconocidos, porque están profundos, porque nadie los indaga y a nadie le importa, pero hay otros que tienen expedientes, son célebres, son remordimientos famosos de la literatura y de la historia y quiero compartirlos, darlos a la luz.
Uno de esos remordimientos es el de Nerón, y nos guiamos por los anales de Tácito para conocer lo que sucedió en esos tiempos del poderío romano, cuando este emperador con apenas veintiún años planeó y llevó a cabo el asesinato de su madre Agripina la menor, a la que mandó fuera quitada del medio por pretorianos bajo su mando, nos cuenta Tácito, que ésta al ver su lecho rodeado de puñales y de espadas, gritó abriendo su túnica y señalando su
parte baja del abdomen, --- Hiéreme aquí, hiéreme en el vientre --- como desafiando al centurión a que desgarrara esa parte por donde había nacido quien ahora la mandaba a matar.
Luego nos cuenta que esa noche Nerón no pudo dormir, se quedó como mudo, acongojado, en busca de las luces de los candelabros por temor a las sombras, a la conciencia, por temor a su maldad.
Hay una pintura de John William que lo retrata en ese momento terrible, donde se contempla a Nerón sobre un triclinio con las manos en las mejillas y la mirada perdida, sin concentración para no ver su crimen.
Otro remordimiento muy conocido es el de Honoré de Balzac, cuando enamoró y conquistó a Mme de Berny, mujer mucho mayor que él y que lo ayudó en todo para sus sueños y que luego abandonara, eso mas tarde le causó remordimientos y siempre llevó a cuestas esa pena, y hasta se dice que su novela “El lirio en el valle” la escribió pensando en ella, para descargar de su alma aquella sombra.
Hay un remordimiento que aún muchos años después está sumido en el misterio, es el de Alejandro l zar de Rusia, que permitió que los soldados mataran a su padre el zar Pablo l a patadas para llegar al trono, si bien es cierto que el zar Pablo l estaba loco su muerte fue sumamente trágica y cruel, tanto que el joven Alejandro l quedó impresionado, y en el año de 1825 en un viaje a Crimea se dice que murió, aunque su tumba abierta un año después se encontró vacía.
Se comentaba en aquellos tiempos que Alejandro l fingió su muerte, para peregrinar agobiado por los remordimientos por la Siberia, como un monje con el nombre de Fiódor Kuzmich.
Hay una tragedia griega de Sófocles que se llama “Edipo
rey” en donde este, por mal interpretar las palabras del oráculo de Delfos se casa por error con su madre Yocasta y mata a su padre Layo, y Edipo al enterarse del hecho se arrancó los ojos para no ver su crimen, ni a los hijos que había engendrado con su madre.
En fin, los remordimientos son esencias humanas para castigar, para que el hombre no se repita en los vicios, en las virulencias de una vida ingrata, para que exista un freno, una superioridad moral que lo limite, que lo haga observar la realidad sin espejismos y se arrepienta de su perfidia, para que renazca de nuevo con otro corazón, y para que se mire de frente en el espejo de su discernimiento.

Ernesto Cárdenas.

viernes, 19 de enero de 2018


Sociedades secretas...
7/29/2015.
Soy maestro masón, y quise hacer algo para explicar
el por qué de la existencia de esta sociedad secreta, que no es dañina,
solo busca la perfección para estar más acorde con la
fraternidad y con Dios (El gran arquitecto del universo) y consigo mismo.
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Hay hombres que no aceptan las fronteras
los límites del tiempo y de lo ido
y dan un giro alterno a las barreras
del mundo en otro afán y otro sentido.

Que rompen con el modo, la costumbre
el paso cotidiano que lo ahoga
y escalan lo absoluto en esa cumbre
que a Dios en otros planos interroga.

Hombres que son distintos, miran dentro
y se unen alejados de la gente
en una cofradía, en un encuentro
cultural, invariable y coincidente.

Porque son afán, son escenario
en una afinidad que los pondera
a otro nivel, a un fin disciplinario
que premia a todo aquél que persevera.

Son iniciados, son esas discretas
formas de un desarrollo existencial
son esas sociedades que secretas
caminan otro mundo espiritual.

Uno donde la cosas, las pasiones
no son fundamentales al proceso
a ese con otro azar, con conexiones
que dan para la marcha un contrapeso.

Para entonar un canto diferente
en una identidad con otra esencia
para romper total con ese puente
antiguo de pasadas apariencias.

Y ser empeño en otra perspectiva
muriendo para todos en un rito
para nacer en otra afirmativa
realidad que abre el ser al infinito.

Ernesto Cárdenas.