miércoles, 28 de febrero de 2018

Si tu entristeces…
 
Si tu entristeces yo me enluto
en una conmoción y una sentencia
en eso que nos da una coincidencia
compacta de ser dos en lo absoluto.
 
En todo lo que arrulla y nos extrema
en eso que nos funde y nos arrima
y nos mezcla en la idea de esa rima
que da voz y da música a un poema.
 
Si tu entristeces yo me pierdo
en la sombra total de un desvarío
de una inquietud total en que el vacío
me mate el corazón con tu recuerdo.
 
Y es porque somos luz, somos agrado
de Dios en un motivo que discreto
nos hizo florecer como un secreto
que nunca entenderá quien no ha soñado.
 
Ernesto Cárdenas.

domingo, 18 de febrero de 2018


A Julián del Casal… Sextetos endecasílabos.

La vida de Julián del Casal fue un abismo, fue un escape a su horizonte, fue una conjunción del genio literario con la sombra, del conflicto de la mente con su sino.
Tal vez el más triste de los poetas cubanos del siglo XlX, y el menos profundamente comprendido.

A la memoria de Julián del Casal…

Hastiado de éste mundo y de sus cosas
no quiso contemplar las mariposas
de una ilusión para encontrar salida
a toda esa nostalgia de su marcha
donde perdió en la opalina escarcha
el entusiasmo pleno de la vida.

Era el concepto de una cima oscura
de ese nihilismo que roza la locura
era lo raro, la razón sin causa
para ese divagar entre la gente
que nunca imaginó tras lo aparente
lo cruel de su evasión sin tener pausa.

No esperó nada del futuro incierto
su ruta era la ruta del desierto
del fúnebre tañer de una campana
hundido en el dolor de su poema
que le dio marco triste a ese dilema
inmenso de su noche sin mañana.

Y así una tarde sin salir del drama
ajeno del clamor y de la fama
se escapó raudo atado al absoluto
calvario de su pena y de su estrella
para dejar con su angustiosa huella
la historia de su verso y de su luto.

Ernesto Cárdenas.

viernes, 16 de febrero de 2018

La ruta de su marcha...
 
La ruta de su marcha es esa marcha
de un amante de ayer, del peregrino
que rompe con lo inerte y con la escarcha
y vuelve a repetirse en su destino.

Para seguir su huella en otra historia
luego de haber cruzado ese torrente
el de su muerte cruel que hoy es memoria
y lo hace sin estar… estar presente.

Ser sombra de un amor, de algún motivo
que no fraguó, que se quedó inconcluso
que vuelve de otro azar para estar vivo
aquí en la realidad como un intruso.

Para querer con ganas, ser el rito
que no pudo quedarse en el pasado
para entreabrir del alma ese infinito
sin importar el cielo ni el pecado.

Para encontrarla allí tras las razones
del beso, de un afán, de alguna esencia
para fundir de nuevo corazones
en otra conmoción de su existencia.

Haciendo de la fe lo cotidiano
de un gran amor que lo llenó de luces
y lo hizo retornar desde otro arcano
para borrar la noche de sus cruces.

Tejiendo algún recuerdo, algún delirio
por eso que luchando se hace eterno
para volver después de su martirio
a amarla con su gloria o con su infierno

Ernesto Cárdenas.


martes, 13 de febrero de 2018

El clasicismo literario…

La corriente del clasicismo surge como un arte monárquico y un arte clerical, al extremo que algunos de sus mejores exponentes fueron frailes, como Don Luis de Góngora y fray Luis de León entre otros, y fue precisamente en un momento histórico conocido como el siglo de oro, donde una serie de escritores de calibre aparecieron juntos en una época precisa, cosa esta que solo se puede comparar con los artistas del renacimiento, o la luego conocida en el siglo XX como la generación del 27.
Esta corriente nace alrededor de los años 1492 y termina aproximadamente en 1681 con la muerte de Pedro Calderón de la Barca,  la cual tomaba de modelo las ideas y los obras de la antigüedad clásica, para sobre eso plasmar sus trabajos, intentar acercarse, imitar lo más resaltado de esa época, donde nunca faltaban en los temas la mitología, la creación literaria utilizando de fondo dioses y héroes, en donde lograron un esplendor creativo.
Las artes siempre estaban bajo el ojo censurante de la iglesia, porque eso muchas letras fueron dedicadas a la religión, aunque hubieron algunos rebeldes que no estaban de acuerdo como Quevedo, pero eran los menos, en fin este momento pasó, pero nos dejó un legado que hoy se estudia y se admira por la pulcritud y la fascinación que tuvieron estos poetas por la cultura greco-romana.
Muchos confunden el clasismo con el barroco, porque se entremezclan los tiempos, porque algunos autores pasaron de una época a otra sin saberlo, casi sin notarlo ni ellos mismos, pero en realidad guardan diferencias, pues aunque los dos  admiraban las obras del pasado uno era más elitista, el clasicismo era como explico arriba un arte de reyes y de religión, mientras el barroco recargado era más entendible para el pueblo llano, en fin, es cosa de analizar y de opinar cada cual a su criterio.

El clasicismo…

El clasicismo es un arte
con galas para otro espacio
y un rito para un prefacio
de monárquico estandarte
una acción que forma parte
de un movimiento sonoro
de exquisitez en un coro
de poetas consagrados
que fueron así llamados
en aquél siglo de oro.

En ese momento grato
de madurez del lenguaje
que cincelara un paisaje
hermoso para lo innato
para firmar un contrato
con lo elegante y la hechura
con el ritmo y con la altura
de un sacramento especial
que fuera lo excepcional
de aquella literatura.

Era en sí una reacción
tras el modelo de antaño
uno lejos del rebaño
ajeno de educación
por una veneración
de las letras castellanas
que tersas y culteranas
con Góngora y con Quevedo
trajeron un nuevo credo
de las costumbres romanas.

De lo antiguo en esa rama
de un rito por la belleza
por esa naturaleza
que el buen gusto nos reclama
nos muestra otro panorama
de emoción en esa andanza
en eso que bien se alcanza
reinventado los modelos
de otra historia, otros desvelos
pretéritos de añoranzas.

Fue una escuela en lo preciso
de una patente intensión
una por la ilustración
de aquél instante conciso
que asomaba de improviso
como una luz o un idilio
un estético utensilio
arrancado de una herencia
nacida por la influencia
de Sófocles y Virgilio.

De aquellos que en otro ayer
cincelaron los valores
y tiñeron de colores
un ameno acontecer
uno para comprender
la importancia de las cosas
las razones deliciosas
de lo que canta y da calma
cuando se siente en el alma
un vuelo de mariposas.

Usando imaginación
para tantear un anhelo
de un sueño de terciopelo
por una terca obsesión
una antigua conexión
para mezclar con sus odas
lo vetusto en nuevas las modas
creando una identidad
de franca cordialidad
con los antiguos rapsodas.

Imitando lo que hicieron
los griegos con sus ingenios
que a través de los milenios
otros rumbos recorrieron
a otras seres conmovieron
con su quehacer sorprendente
con un arte diferente
que ufano y subliminal
dio brillo sobre el cristal
del espíritu y la mente.

Y en ese clásico reto
detrás de cada jornada
la iglesia era la encargada
de vigilar el libreto
de ser con tenor discreto
la que dictaba el aval
en ese entorno especial
con disciplina y esmero
indicando el derrotero
de aquél arte contextual.

Que miraba sin después
Por observar el pasado
Por ser parte de un legado
que se viviera a través
de la noche, lo que es
de otro siglo y de otro instante
de otro momento distante
que tuvo otra tradición
y trajera expectación
con su técnica elegante.

De esfuerzo y reminiscencia
para un paso, un objetivo
un factor que creativo
buscaba magnificencia
con tesón, con impaciencia
concentrada en una agenda
e hoy parece de leyenda
retratada en lo inaudito
de otro mágico infinito
de ejemplos para la senda.

Y así fue el asunto grave
de esa corriente en su trecho
por lo fino y por lo hecho
en su tono claro y suave
con su música de ave
detrás de su diccionario
de su clásico escenario
con constancia y rigorismo
y así se fue el clasicismo
con su afán bibliotecario.

Ernesto Cárdenas.
El Neoclasicismo

El neoclasicismo es una escuela no muy clara, una que fluctúa entre el final del barroco y el comienzo de un estilo más acorde con los tiempos conocido como romanticismo, donde ya, aunque los gustos por la antigüedad no se habían extinguido del todo, se miraba a esa época con más realismo, lejos de los ideales, tal como era, no con visos de la mitología, porque se apoyaba el criterio en el horizonte de la razón, y aunque se imitaba el arte griego y romano por mejor representar la belleza, no se hacía como durante el barroco, con la ciega reproducción de las obras sin apenas originalidad, el neoclasicismo es una manera que buscaba en lo natural y en lo sencillo su argumento, donde para ser sincero, diré que escaseaban escritores, faltaba poetas de talla para darle realce a ese momento histórico, pero que sin embargo fue un espacio para crear bibliotecas, como la fundada por Felipe V en 1712, o la inauguración de la real academia de la lengua un año después, así como el jardín botánico y el museo del Prado.
Fue en la literatura un momento para la crítica, la fábula y la poesía bucólica o pastoril, así para la Música y para la arqueología, con los trabajos de las ruinas de Pompeya y Herculano en fin, fue un espacio entre 1760 a 1830, que trajo un cambio que aprovecharía más tarde otras corrientes que llegarían después.


El Neoclasicismo

Torció el barroco sus brazos
frente a un arte que nacía
donde la filosofía
ya manejaba otros trazos
daba los aldabonazos
para cambiar la substancia
para dejar la otra instancia
antigua que maniataba
las letras con una traba
de asfixiante intolerancia.

Y de aquello saltó clara
otra estampa en la expresión
para una grata versión
medida con otra vara
donde se esquivó la rara
manía de lo de ayer
para la esencia del ser
que buscaba otro camino
y otro reto del destino
para un bello amanecer.

Y un diferente observar
las cosas con libertad
con esa cordialidad
que da lo particular
en el modo de pensar
sin temor a la censura
a la arcaica cerradura
de la iglesia que coartaba
la idea y la amordazaba
impidiendo su andadura.

Así el Neoclasicismo
le dio un orden racional
al sentido emocional
del alma sin rigorismo
sin el gris anacronismo
que imponía como un muro
lo caduco en ese oscuro
caminar sin un después
al matar el interés
del hombre por su futuro.

Allí venció la armonía
se quebraba el viejo esquema
porque aflorando en el tema
había una rebeldía
una nueva poesía
bucólica tras la rima
por encima de aquél clima
vetusto que agonizaba
y que al marcharse dejaba
ya un modelo sin estima.

Fue un tiempo de aclamación
de amar la naturaleza
y al arte por su belleza
llamada de ilustración
tiempo atado a la ilusión
para hacer cosas mejores
para encontrar los valores
en su espíritu y su clase
donde aleteaba la frase
en busca de resplandores.

La música cambió el tono
se creó la sinfonía
y la sonata en la vía
por conquistar otro trono
otro empeño sin encono
con instrumentos señeros
que tomaron derroteros
con otro tenue ribete
de violín y clarinete
con matices más ligeros.

Perdió el laúd su vigencia
y aquél clavicordio agudo
que era un aparato rudo
para la nueva cadencia
para marcar diferencia
en ese noble trayecto
para lograr el efecto
necesario en los preludios
tras tesoneros estudios
en busca de lo selecto.

El barroco era la forma
de resaltar la estructura
de Roma y de su cultura
sin cambiar la plataforma
era una maña, una norma
de vocablos gongorianos
de aqueos y de troyanos
de un pasado nebuloso
que hoy se mira en lo borroso
de otros momentos lejanos.

Más llegó el Neoclasicismo
fundando las bibliotecas
y eliminando en las ruecas
el hilo de otro quietismo
dando muerte al fanatismo
con didácticas maneras
que rompieron las fronteras
antes sembradas de cruces
para un siglo de las luces
sin temores ni quimeras.

Y sin esperar del cielo
el numen para una obra
para un acto en la maniobra
que hiciera cierto un anhelo
para apartarse del hielo
de otro aval y de otra senda
de otro estudiar la contienda
de dioses y de titanes
de mitos y de refranes
que apuraron la leyenda.

Se crearon los liceos
la academia de las artes
y se alzaron estandartes
de clubes y de ateneos
se abrieron grandes museos
donde al fin la arqueología
mostraba sin fantasía
los instantes de otra era
y otra vida tesonera
en otra cronología.

Y así transcurrió el suceso
de aquél minuto crucial
para ser lo argumental
de un paso para el progreso
de un arte que quedó impreso
en la historia y su corriente
que fue surco y fue simiente
de un esfuerzo singular
que nos hizo levitar
para un vuelo de la mente.


Ernesto Cárdenas.
El renacimiento…

El renacimiento tomó como base, como principio los modelos de la antigüedad, y los abraza en una ocasión extraordinaria, en esa circunstancia irrepetible del tiempo, de ese momento histórico, en donde los descubrimientos geográficos de Colon y Vasco de Gama, los astronómicos de Copérnico y Galileo y el invento de la imprenta por Gutenberg dieron otro motivo para pensar distinto, para llevar la idea un poco más lejos y sacarla de aquél Medievo ancestral, donde Gonzalo de Berceo, que era un monje culto, de aquellos conocidos como máster de clerecía había mantenido con su cuaderna Vía, con sus largas cartetas monorrítmica  los rudimentos de la rima hasta la llegada de Dante Alighieri y de Francisco Petrarca, quienes dieron inicio con sus sonetos endecasílabos a otra ruta para  otra poesía, una más plural en sus estructuras  que abrió el camino para otro despertar de las artes, en fin, fue una época que no solo sobresalió en las letras, porque no podemos olvidar a Leonardo da Vinci con sus pinturas, ni a Miguel Ángel Buonarroti con sus esculturas del David o de la piedad entre muchas conocidas, y menos aquella Capilla Sixtina con su juicio final en la bóveda de del vaticano, donde durante 4 años acostado en un andamio pintó una de las obras más conocidas del renacimiento.

El renacimiento…

Luego del Medievo aquél
apareció otra corriente
una más fina y coherente
para darle otro nivel
a la pluma, al cincel
y a la pintura integral
aquella que emocional
rompía una tradición
para otra hermosa versión
del hombre en lo excepcional.

Llegaba el renacimiento
estructurando otra forma
otra luz que no conforma
lo arcaico con su elemento
llegaba a dar cumplimiento
a una inspiración sin veto
a otro rozar lo indiscreto
con gracia por lo selecto
llegaba para un trayecto
de lo bello como un reto.

Para sacudir la dura
obstinación decadente
que impedía la vertiente
natural de la cultura
que obstruía esa aventura
de la pasión en su esencia
y el don como una sentencia
para empezar otra era
y escalar la cordillera
para una hermosa experiencia.

Fue en Florencia, en la Toscana
donde los primeros nombres
dieron fe de aquellos hombres
con la constancia temprana
con la erudición pagana
de otros tiempos ya lejanos
de otras mentes y otras manos
que emularon los talentos
en textos y monumentos
de griegos y de romanos.

Fue un afán, un rigorismo
basado en lograr lo grato
de lo antiguo que fue ornato
para otro racionalismo
un esencial mecanismo
más directo y más valiente
más cercano de la gente
para poder ascender
a otra cumbre y florecer
los jardines de la mente.

Fue un tiempo de evoluciones
en todas las avenidas
del arte que soltó bridas
al alma y sus sensaciones
que rompió las conexiones
con la idea medieval
que era un estilo trivial
que se hizo monotonía
en aquella juglería
ya caduca y residual.

Y no solo en la intensión
de la letra o la escultura
se apoyaba la cultura
como una argumentación
otra forma de expansión
se imponía en la tendencia
del empeño por la ciencia
y viajes por conocer
otro mundo y entender
que hay alas en la existencia.

Figuras que hoy conocemos
dan un ejemplo veraz
de otros hombres en lo audaz
de la idea en sus extremos
por los tesones supremos
de Kepler y de Bacón
de Galileo en la acción
por demostrar que valía
estudiar la astronomía
sin miedo o superstición

Botticelli, así Cervantes
con Da Vinci, el mismo Erasmo
aquél que con entusiasmo
daba notas deleitantes
con temas edificantes
sobre la paz entre hermanos
entre moros y cristianos
y entre todas las creencias
sin existir diferencias
entre los seres humanos.

En fin el renacimiento
resultó una bendición
para el hombre en esa acción
de agitar el pensamiento
de dar fe, desbordamiento
al alma que abrió una puerta
a la cultura en la cierta
sensación de los valores
y ser los fieles actores
de una razón que despierta.

Que tomó otra nueva senda
para mirar más adentro
para encontrar ese centro
de una visión que tremenda
supo arrancarse la venda
de los prejuicios de ayer
y dar otro acontecer
a la opinión sin censura
con una literatura
para un nuevo amanecer.

Que trajo una  reflexión
a los acontecimientos
con un diferente aliento
para la meditación
para una realización
de trazos y proporciones
de clásicas expresiones
en la obra y en el rol
que se hacía en el crisol
de empeños e innovaciones.

Tras noches para lograr
la solidez en la obra
con esfuerzo en la maniobra
para observarla triunfar
para verla consagrar
entre todas las demás
frente al tiempo en el compás
de labores sin estigmas
como ejemplos, paradigmas
que no se olvidan jamás.

Y así saltó sobre el muro
de retrógrados procesos
de aquellos que en retrocesos
se oponían al futuro
por ese seguir lo oscuro
de un agotado libreto
de un rumbo por lo obsoleto
que los ataba al quietismo
de un total escepticismo
sin después para un respeto.

Y quedó para la historia
sin tener comparación
del hombre la decisión
de ser parte de la gloria
y de abrazar la notoria
realidad de su momento
de ese instante, ese ardimiento
de su espíritu y su todo
que le dio lustre a un periodo
llamado renacimiento.

Ernesto Cárdenas.