martes, 13 de febrero de 2018

El renacimiento…

El renacimiento tomó como base, como principio los modelos de la antigüedad, y los abraza en una ocasión extraordinaria, en esa circunstancia irrepetible del tiempo, de ese momento histórico, en donde los descubrimientos geográficos de Colon y Vasco de Gama, los astronómicos de Copérnico y Galileo y el invento de la imprenta por Gutenberg dieron otro motivo para pensar distinto, para llevar la idea un poco más lejos y sacarla de aquél Medievo ancestral, donde Gonzalo de Berceo, que era un monje culto, de aquellos conocidos como máster de clerecía había mantenido con su cuaderna Vía, con sus largas cartetas monorrítmica  los rudimentos de la rima hasta la llegada de Dante Alighieri y de Francisco Petrarca, quienes dieron inicio con sus sonetos endecasílabos a otra ruta para  otra poesía, una más plural en sus estructuras  que abrió el camino para otro despertar de las artes, en fin, fue una época que no solo sobresalió en las letras, porque no podemos olvidar a Leonardo da Vinci con sus pinturas, ni a Miguel Ángel Buonarroti con sus esculturas del David o de la piedad entre muchas conocidas, y menos aquella Capilla Sixtina con su juicio final en la bóveda de del vaticano, donde durante 4 años acostado en un andamio pintó una de las obras más conocidas del renacimiento.

El renacimiento…

Luego del Medievo aquél
apareció otra corriente
una más fina y coherente
para darle otro nivel
a la pluma, al cincel
y a la pintura integral
aquella que emocional
rompía una tradición
para otra hermosa versión
del hombre en lo excepcional.

Llegaba el renacimiento
estructurando otra forma
otra luz que no conforma
lo arcaico con su elemento
llegaba a dar cumplimiento
a una inspiración sin veto
a otro rozar lo indiscreto
con gracia por lo selecto
llegaba para un trayecto
de lo bello como un reto.

Para sacudir la dura
obstinación decadente
que impedía la vertiente
natural de la cultura
que obstruía esa aventura
de la pasión en su esencia
y el don como una sentencia
para empezar otra era
y escalar la cordillera
para una hermosa experiencia.

Fue en Florencia, en la Toscana
donde los primeros nombres
dieron fe de aquellos hombres
con la constancia temprana
con la erudición pagana
de otros tiempos ya lejanos
de otras mentes y otras manos
que emularon los talentos
en textos y monumentos
de griegos y de romanos.

Fue un afán, un rigorismo
basado en lograr lo grato
de lo antiguo que fue ornato
para otro racionalismo
un esencial mecanismo
más directo y más valiente
más cercano de la gente
para poder ascender
a otra cumbre y florecer
los jardines de la mente.

Fue un tiempo de evoluciones
en todas las avenidas
del arte que soltó bridas
al alma y sus sensaciones
que rompió las conexiones
con la idea medieval
que era un estilo trivial
que se hizo monotonía
en aquella juglería
ya caduca y residual.

Y no solo en la intensión
de la letra o la escultura
se apoyaba la cultura
como una argumentación
otra forma de expansión
se imponía en la tendencia
del empeño por la ciencia
y viajes por conocer
otro mundo y entender
que hay alas en la existencia.

Figuras que hoy conocemos
dan un ejemplo veraz
de otros hombres en lo audaz
de la idea en sus extremos
por los tesones supremos
de Kepler y de Bacón
de Galileo en la acción
por demostrar que valía
estudiar la astronomía
sin miedo o superstición

Botticelli, así Cervantes
con Da Vinci, el mismo Erasmo
aquél que con entusiasmo
daba notas deleitantes
con temas edificantes
sobre la paz entre hermanos
entre moros y cristianos
y entre todas las creencias
sin existir diferencias
entre los seres humanos.

En fin el renacimiento
resultó una bendición
para el hombre en esa acción
de agitar el pensamiento
de dar fe, desbordamiento
al alma que abrió una puerta
a la cultura en la cierta
sensación de los valores
y ser los fieles actores
de una razón que despierta.

Que tomó otra nueva senda
para mirar más adentro
para encontrar ese centro
de una visión que tremenda
supo arrancarse la venda
de los prejuicios de ayer
y dar otro acontecer
a la opinión sin censura
con una literatura
para un nuevo amanecer.

Que trajo una  reflexión
a los acontecimientos
con un diferente aliento
para la meditación
para una realización
de trazos y proporciones
de clásicas expresiones
en la obra y en el rol
que se hacía en el crisol
de empeños e innovaciones.

Tras noches para lograr
la solidez en la obra
con esfuerzo en la maniobra
para observarla triunfar
para verla consagrar
entre todas las demás
frente al tiempo en el compás
de labores sin estigmas
como ejemplos, paradigmas
que no se olvidan jamás.

Y así saltó sobre el muro
de retrógrados procesos
de aquellos que en retrocesos
se oponían al futuro
por ese seguir lo oscuro
de un agotado libreto
de un rumbo por lo obsoleto
que los ataba al quietismo
de un total escepticismo
sin después para un respeto.

Y quedó para la historia
sin tener comparación
del hombre la decisión
de ser parte de la gloria
y de abrazar la notoria
realidad de su momento
de ese instante, ese ardimiento
de su espíritu y su todo
que le dio lustre a un periodo
llamado renacimiento.

Ernesto Cárdenas.

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