sábado, 3 de marzo de 2018

Meditando sobre el infierno.

Tétrica  región de otras esferas
sin consuelo ni alivio en sus pavores
epílogo sin fin donde las eras
cercenan de las almas los colores.
 
Desamparo fatal, otro universo
de angustias en la noche inabarcable
donde el pesar recuerda que lo adverso
abate la conciencia del culpable.
 
Sentencias sin mañana, sin camino
sin horizonte pleno en lo espantoso
sin otra realidad que un torbellino
girando en la memoria sin reposo.

En ese batallar con lo que hiere
y anula entre estertores los empeños
con todo lo que aflige y que confiere
la asfixia del espíritu y los sueños.
 
Donde el dolor constante certifica
el pecado que arrastra el penitente
donde el abismo oscuro multiplica
los monstruos del pasado y de la mente.

Círculo de fuego, de ese centro
aciago en su ritual y en su perfidia
y lugar execrable de ese encuentro
con la gula, lo infame y con la envidia.

 Con la pereza insana, con la ira
con todo lo que enluta y lo que envicia
con el error y aquello que conspira
con lo ruin, con lo ingrato y la avaricia.
 
Tras el espacio turbio de un desvelo
perpetuo y demencial que no mitiga
el peso de algún mal como un flagelo
que rompe el corazón y  lo castiga.
 
Lo envuelve en otra lid que nunca sacia
lo trágico en su horror y en su acechanza
y lo obliga a habitar esa desgracia
donde pierde hasta el nombre la esperanza.

 Ernesto Cárdenas.

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