del
engaño duplicado del espejo
que en
un rostro juvenil nunca argumenta
que
hay quien nace sin saber que ya está viejo.
Pues
el tiempo solamente no conspira
apagando
con los años toda lumbre
si
abrazados por temor a una mentira
en
rutinas vegetamos por costumbre.
Nunca
supo que viviendo agonizaba
amarrado
a su vaivén de cautiverio
y el
cadáver de sus sueños enterraba
en
ridículas posturas de hombre serio.
Ya que
toda su existencia fue ilusoria
y al
saberlo recibió una bofetada
era
apenas una sombra sin historia
que
llegaba desde el fondo de su nada.
Ernesto
Cárdenas.
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