viernes, 23 de junio de 2017

El Neoclasicismo...

El Neoclasicismo es una corriente no muy clara, una que fluntúa entre el final del barroco y el comienzo de un estilo más acorde con los tiempos, donde ya, aunque los gustos por la antigüedad no se habían extinguido del todo, se miraba a esa época con más realismo, lejos de los ideales, tal como era, no con visos de la mitología, porque se apoyaba el criterio en el horizonte de la razón, y aunque se imitaba el arte griego y romano por mejor representar la belleza, no se hacía como durante el barroco, con la ciega reproducción de las obras sin apenas originalidad, el neoclasicismo es una manera que buscaba en lo natural y en lo sencillo su argumento, donde para ser sincero, diré que escaseaban escritores, faltaba poetas de talla para darle realce a ese momento histórico, pero que sin embargo fue un espacio para crear bibliotecas, como la fundada por Felipe V en 1712, o la inauguración de la real academia de la lengua un año después, así como el jardín botánico y el museo del Prado.
Fue en la literatura un momento para la crítica, la fábula y la poesía bucólica o pastoril, así para la Música y para la arqueología, con los trabajos de las ruinas de Pompeya y Herculano en fin, fue un espacio entre 1760 a 1830, que trajo un cambio que aprovecharía más tarde otra corriente llamada Romanticismo.


El Neoclasicismo

Torció el barroco sus brazos
frente a un arte que nacía
donde la filosofía
ya manejaba otros trazos
daba los aldabonazos
para cambiar la substancia
para dejar la otra instancia
antigua que maniataba
las letras con una traba
de asfixiante intolerancia.

Y de aquello saltó clara
otra estampa en la expresión
para una grata versión
medida con otra vara
donde se esquivó la rara
manía de lo de ayer
para la esencia del ser
que buscaba otro camino
y otro reto del destino
para un bello amanecer.

Y un diferente observar
las cosas con libertad
con esa cordialidad
que da lo particular
en el modo de pensar
sin temor a la censura
a la arcaica cerradura
de la iglesia que coartaba
la idea y la amordazaba
impidiendo su andadura.

Así el Neoclasicismo
le dio un orden racional
al sentido emocional
del alma sin rigorismo
sin el gris anacronismo
que imponía como un muro
lo caduco en ese oscuro
caminar sin un después
al matar el interés
del hombre por su futuro.

Allí venció la armonía
se quebraba el viejo esquema
porque aflorando en el tema
había una rebeldía
una nueva poesía
bucólica tras la rima
por encima de aquél clima
vetusto que agonizaba
y que al marcharse dejaba
ya un modelo sin estima.

Fue un tiempo de aclamación
de amar la naturaleza
y al arte por su belleza
llamada de ilustración
tiempo atado a la ilusión
para hacer cosas mejores
para encontrar los valores
en su espíritu y su clase
donde aleteaba la frase
en busca de resplandores.

La música cambió el tono
se creó la sinfonía
y la sonata en la vía
por conquistar otro trono
otro empeño sin encono
con instrumentos señeros
que tomaron derroteros
con otro tenue ribete
de violín y clarinete
con matices más ligeros.

Perdió el laúd su vigencia
y aquél clavicordio agudo
que era un aparato rudo
para la nueva cadencia
para marcar diferencia
en ese noble trayecto
para lograr el efecto
necesario en los preludios
tras tesoneros estudios
en busca de lo selecto.

El barroco era la forma
de resaltar la estructura
de Roma y de su cultura
sin cambiar la plataforma
era una maña, una norma
de vocablos gongorianos
de aqueos y de troyanos
de un pasado nebuloso
que hoy se mira en lo borroso
de otros momentos lejanos.

Más llegó el Neoclasicismo
fundando las bibliotecas
y eliminando en las ruecas
el hilo de otro quietismo
dando muerte al fanatismo
con didácticas maneras
que rompieron las fronteras
antes sembradas de cruces
para un siglo de las luces
sin temores ni quimeras.

Y sin esperar del cielo
el numen para una obra
para un acto en la maniobra
que hiciera cierto un anhelo
para apartarse del hielo
de otro aval y de otra senda
de otro estudiar la contienda
de dioses y de titanes
de mitos y de refranes
que apuraron la leyenda.

Se crearon los liceos
la academia de las artes
y se alzaron estandartes
de clubes y de ateneos
se abrieron grandes museos
donde al fin la arqueología
mostraba sin fantasía
los instantes de otra era
y otra vida tesonera
en otra cronología.

Y así transcurrió el suceso
de aquél minuto crucial
para ser lo argumental
de un paso para el progreso
de un arte que quedó impreso
en la historia y su corriente
que fue surco y fue simiente
de un esfuerzo singular
que nos hizo levitar
para un vuelo de la mente.
Ernesto Cárdenas.

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