martes, 13 de junio de 2017

Sobre el barroco...

El Barroco se situa entre los siglos XVll y XVlll, y es una corriente salida al final del gusto, del periodo cultural llamado renacimiento. Surge en medio de las guerras religiosas entre católicos y protestantes, en aquella contrareforma contra el libre pensamiento, y en contra de diversas interpretaciones de la Biblia no acorde con las ideas establecidas por la iglesia.
El Barroco se basa en lo decorativo en todas sus manifestaciones, pero en lo decorativo en los extremos, y se extendió con ese tono repujado a la arquitectura, que se puede contemplar en las columnas, en las paredes de las iglesias de ese tiempo, en la pintura, principalmente la conocida como “Tenebrismo” que muestra Caravaggio en sus cuadros, siempre de fondo oscuro, como esa pintura llamada “David con la cabeza de Goliat” o en “La crucificción de San Pedro” entre otras, luego en la escultura sobresale Bernini, Algardi y Francois Girandon, en la Música muchos, y en donde pongo como ejemplo a Bach, Vivaldi, y a Darío Castello, y por último se expandió a la poesía, con Luis de Góngora como cabeza principal.
Y ya para terminar la exposición del Barroco, mi poema.

El Barroco fue un faccioso
hijo del renacimiento
diferente en un momento
que marcó lo caprichoso
un afán por lo obstentoso
en todas sus vastedades
sus nerviosas ansiedades
por el horror al vacío
que se extremó al desafío
de las arbitrariedades.

Un mensaje recargado
de adornos en cada empeño
en cada terco diseño
que buscaba un resultado
un rigor en lo apretado
de atavíos a la vista
de tesón en cada arista
por resaltar exteriores
para un mundo en los clamores
apremiantes del artista

Que abordó en la arquitectura
su control sobre el espacio
y en ese confín reacio
de no aceptar la mesura
de romper con la cordura
del orden, de la impresión
de ser una aberración
frente a un lugar que desierto
no estuviera bien cubierto
en su total extensión.

Para alcanzar lo selecto
que era su real idea
la obsesión en la odisea
de su apretado proyecto
para un gran golpe de efecto
por ópticas conmociones
por asombro, reacciones
ante un tono repujado
que diera certificado
al sueño y las emociones.

Fue un exceso en lo compacto
en un esfuerzo de galas
un remolino de alas
para lograr el impacto
por lo bello y por lo exacto
de su ruta imaginaria
de aquella que autoritaria
en su intensión destacara
lo elegante y resaltara
semejando una plegaria.

Como se ve en los poemas
de Góngora y su manía
de usar la mitología
en raras estratagemas
para publicar sus temas
con expresión culterana
aquella de filigrana
que acicalaba la frase
y demostrara su clase
en la lengua castellana.

En esa de hipérbatones
de anáfora y metonimia
para lograr una alquimia
de tropos y sensaciones
en las argumentaciones
de razones legendarias
de intenciones luminarias
plasmadas en el papel
que anegaban el nivel
de imágenes literarias.

También la música rota
hacía otra composición
con una renovación
más intensa y más devota
en lo grave de su nota
donde nace contextual
la ópera coloquial
en un modo
 que delata
otro rol en la sonata
más coherente y funcional.

Fue en tiempos de la reforma
en luchas de religiones
donde chocan emociones
para un giro de la norma
para romper con la horma
y dar paso a otra corriente
a otra ruta diferente
en un reto por lograr
otra regla y señalar
los alcances de la mente.

Todo fue algo personal
de cada cual el mensaje
para armar un engranaje
que era rito individual
algo propio, radical
en su idea y la completa
vocación de esa repleta
pasión tras la persistencia
para darle refulgencia
a su obra y a su meta.

Que hoy la vemos apretada
en la ambiciosa manera
de ser una tesonera
vehemencia por la fachada
por buscar en la mirada
ajena la comprensión
esa amable aceptación
de su arte clamoroso
que nunca tuvo reposo
para la regulación.

Para un variar la rutina
de atiborrar el entorno
de concentral el adorno
de su estilo en cada esquina
en cada lado en que obstina
para soltar tempraneras
las alas de sus quimeras
como un vicio o una maña
o un ardor que lo acompaña
a nunca tener fronteras.

Y así se marchó el barroco
natural como un suspiro
para dar sesgo a otro giro
que emergía poco a poco
a otro rumbo sin sofoco
que anunciaba otro modismo
otro sin el fanatismo
para tejer otro hilo
y otro curso en un estilo
que hoy llamamos clasicismo.

Ernesto Cárdenas

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