domingo, 11 de junio de 2017

Un milagro en un lienzo...

La conoció en un lienzo sin memoria
que amplió su corazón como una brecha
la contempló en la esquina de otra historia
lejana de otro canto y de otra fecha.

Fue un impacto total, una sorpresa
en medio de latidos y sonrojos
una emoción crucial que solo expresa
la pasión ese idioma de los ojos.

Y recordó de ayer algo perdido
que fuera convicción para una meta
algo que solo entiende el que ha querido
con emoción de loco o de poeta.

Algo de otro equilibrio, otra secuencia
que lo ligaba entero a otro camino
a otra instancia tenaz, a otra presencia
antigua de otra luz y otro destino.

La conoció en un cuadro, eso era todo
lo que bastó a su noche para un grito
para encender su estrella de otro 
modo
y reinventar amando el infinito.

No supo del pintor ni de la excusa
para trazar su rostro delicado
ni el nombre en realidad de aquella musa
venida desde el fondo del pasado.

Pero la amó, la amó sin importarle
que fuera algo ideal, una pintura
la amó en su soledad para confiarle
su espíritu absoluto sin censura.

La amó sin cortedades en la cima
con toda la apetencia de su cielo
en el empeño grato de su rima
y en la tormenta fiera de su anhelo.

Tal vez la conoció en otra avenida
de raras conexiones ancestrales
y pudo contemplarla en otra vida
lejana de otros siglos medievales.

Donde quizá se vieron, se fundieron
en una identidad y una esperanza
y se mimaron siempre y se tuvieron
tomados de la mano en la confianza.

Pues una amenidad lo sujetaba
a reaccionar mirando aquel semblante
que en medio de un sopor lo transportaba
a otra tierra hoy sin nombre y a otro instante.

Y así compró extasiado aquel retrato
que le envolvía el ser y lo llenaba
sumido en un hervor, un arrebato
etéreo de un delirio que lo ataba.

Para tenerla entera en su paisaje
con flores decorando el escenario
así en su sensación como un oleaje
así como un alivio en su calvario.

Y tanto fue su afán, su amor inmenso
que se armó de un arrojo sobrehumano
por un amor divino que era inmenso
para torcer el tiempo con la mano.

Pues se mezcló en la sombra, en otro rito
entrando hacía otro mundo paralelo
andando con su fe por lo inaudito
de un ansia que llegaba hasta el desvelo.

Hasta olvidar su ruta en el presente
entrando por la noche de otra instancia
para otra latitud, otra latente
visión de una rara nigromancia.

Y practicó la alquimia, el sortilegio
antiguo de ocultistas y gitanos
esa noción extraña y ese arpegio
de cábalas, de gnosis y de arcanos

Trocando por embrujo su silueta
su cuerpo antes carnal por unos trazos
que hicieron de su vida otra faceta
rompiendo realidad y antiguos lazos.

Para cruzar su alma a otro hemisferio
que solo se comprende en las visiones
si se levanta el velo del misterio
y se abren a otro azar las dimensiones.

Tan vez el mismo Dios fue la concordia
que le hizo navegar lo indescriptible
y tuvo compasión, misericordia
para ese corazón irremisible.

Que se empeñó rompiendo la frontera
a trasladar su ser hacía otro entorno
a otro sitio sin voces, a otra era
sin llantos, sin dolores ni retorno.

Después no se le vio, no hubo evidencia
pasado mucho meses del suceso
y pronto fue notado por su ausencia
por ese siempre ir como un poseso.

Su casa se hizo gris como el olvido
solo un silencio infausto la envolvía
en lo mustio, en lo apático, el descuido
en la indolencia entera y lo sombrío.

Un día aquella puerta fue tirada
luego de algunos años transcurridos
y allí en una pared se contemplaba
un marco en otra acción de tiempos idos.

Un cuadro en la intención de lo profundo
de un hechizo divino, de un portento
un lugar donde se hizo solo un mundo
perfecto para un salmo y para un cuento.

Para un nuevo quehacer, para un comienzo
lejano de la gente y del martirio
para juntar sus almas en un lienzo
y concretar sus pasos a un delirio.

Y sucedió total lo inconcebible
ignoro si por cábala o encanto
pues lo imposible allí se hizo posible
en medio del asombro y del espanto.

Pues estaban los dos en las premisas
del cuadro demostrando la ternura
allí los dos unidos entre risas
allí ya para siempre en la pintura.

Ernesto Cárdenas.

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